Siempre se ha definido al fotógrafo como a un cazador de imágenes. El reportero, el documentalista, el fotógrafo de guerra, tiran miles de fotografías, siempre esperando que en una de ellas aparezca fijada esa mirada fugaz, el terror suspendido en un estruendo, todo lo que el ojo humano ve en una milésima de segundo y que muy pocas veces se llega a tiempo de fijar en una fotografía. Todos ellos trabajan con imágenes en acción, con personas que se mueven, soldados que corren, con la vida en movimiento. Pero hay otros que trabajan con sujetos inmóviles, con temas estáticos. Son los fotógrafos especializados en arquitectura. Son los que han creado esas imágenes increíbles en las que muchas veces no reconocemos el edificio real que representan. Artistas por encargo, la mayor parte de las veces su trabajo depende del taller de un arquitecto o de la comisión de una publicación especializada. Tienen que ceñirse a un tema concreto, retratar un edificio, seguir el proceso de construcción, de tal forma que el trabajo del arquitecto, quede realzado. Tienen que conseguir que lo representado alcance el grado de obra maestra, quedando ellos en un segundo plano, como mercenarios técnicos cuyos nombres solamente conocen los especialistas, los arquitectos y los editores del gremio. Sin embargo su trabajo no solamente es esencial dentro de la arquitectura, como dice Hisao Suzuki “La fotografía de arquitectura es una necesidad: es casi imposible para un arquitecto presentar su obra sin buenos fotógrafos”, sino que llega un punto que empieza a independizarse del motivo fotografiado. Es decir, la foto de arquitectura puede crecer al margen del arquitecto, al margen de la construcción.
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Ficha Técnica:
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