La expresión sencilla de un pensamiento complejo. Un inicio pensando en las diferencias. Hemos de buscar la diferencia en lo mismo. Se pretende, con gestos muy simples, obtener un lugar que pueda ir evolucionando con el tiempo inmediato o lejano. Un trazo para siempre, de ahí que se tomen elementos en continuo dinamismo. Cuanto más clara sea la forma más rápido nos sabemos en el intervalo, entre paréntesis, en el deseo feliz de la perdida, del vacío. Nos referimos a una arquitectura, como nos propone J. Quetglas, de la imaginación y no de la ilusión, que no se inicia por ilustraciones sino que simplemente ocurre. El proyecto requiere subjetividades que guiadas, por la construcción de mundos obliguen a matizar las diferencias derivadas de un proyectar alejado de parámetros, cánones, reglas, y que se quiebre ante la determinación del sujeto que piensa. Construir sentidos. No teorías que guíen su habitar, sino lecturas. La arquitectura, debe interrogar, no escribir. Conseguir protegerse de cualquier tipo de ostentación o artificiosidad, o de las cosas que están ahí por razones superficiales. La verdad se equipara con la pureza y la claridad.